He aquí a
dos hombres de paz, pero de los buenos. Eran de paz porque supieron serlo en
verdaderos tiempos de guerra, que es cuando tal calificación, “Hombre de paz”,
cobra todo mérito y sentido. Los dos, de origen humilde y hechos así mismos. El
de la izquierda de la fotografía, es el capitán TEODORO PALACIOS CUETO,
falangista divisionario. El de la derecha, MELCHOR RODRIGUEZ GARCÍA,
anarquista, también conocido como “El Angel Rojo”. Hombres en banderas
contrarias durante la guerra civil, pero poseedores de esa clase de
inteligencia que trasciende cualquier ideología, la que consigue armonizar el
sístole y diástole del corazón humano en un único movimiento vital, que impulsa
a mantener la cordura en tiempos de extrema barbarie. MELCHOR RODRIGUEZ, se
dedicó a salvar vidas, aún a riesgo de perder la propia, durante la contienda
civil entre españoles. Él fue quien detuvo las sacas de Paracuellos, aunque no
lo tuvo nada fácil. Por su parte, TEDORO PALACIOS, esta considerado un héroe de
guerra de la división azul, no obstante pienso que sus mejores hazañas las
llevó a cabo durante los once años de cautiverio que sufriría en distintos
campos de prisioneros de guerra y políticos, en la Rusia comunista. El capitán,
fue un quebradero de cabeza para los responsables del Gulag. Reclamó tenaz e
incansablemente, y también le iba la vida en ello, lo que no existía en
aquellos campos de prisioneros, un trato digno y justo. Por descontado, que su
lucha por la humanidad no excluía a los militares republicanos que intentaron sin
éxito procurarse otro país de exilio, ni a los militantes comunistas
desencantados y disidentes de la arcadia feliz stalinista; Y que junto a los
falangistas, todos ellos se convirtieron en “Embajadores en el Infierno”.
En las aulas
españolas, se tendría que impartir una asignatura, que no se muy bien como
denominarla, pero que sin duda contase quienes fueron MELCHOR RODRIGUEZ Y
TEODORO PALACIOS, entre tantos otros, y así mismo, explicara que la
reconciliación en ningún momento la hicieron los políticos durante la
canonizada transición. Ya estaba hecha casi desde el mismo instante en que
empieza la guerra, y fue gracias a personas de la temperatura moral de MELCHOR
Y TEODORO, sin olvidar al pueblo anónimo, el de verdad, no esa entelequia que tan a menudo gustan de utilizar nuestros representantes públicos actuales.
Las leyendas
nos construyen como pueblo, como “unidad de destino”, pero sólo cuando los
mitos se hacen humanos, y hacen honor a tal condición, una sociedad mira en la
dirección adecuada. MELCHOR RODRIGUEZ Y TEODORO PALACIOS, con semejante
material de verdaderos hombres, ¡Que gran película se ha perdido Hollywood!
Pobre de aquel pueblo que asume relatos para “niños de teta”, en los cuales
Otegi es un hombre de paz, y Pablo Iglesias un demócrata, y a su vez, condena
al ostracismo tanto a MELCHOR RODRIGUEZ como al capitán TEODORO PALACIOS. ¡Que
DIOS nos coja confesados!
No hay comentarios:
Publicar un comentario