lunes, 20 de junio de 2016

DOS HOMBRES DE PAZ


He aquí a dos hombres de paz, pero de los buenos. Eran de paz porque supieron serlo en verdaderos tiempos de guerra, que es cuando tal calificación, “Hombre de paz”, cobra todo mérito y sentido. Los dos, de origen humilde y hechos así mismos. El de la izquierda de la fotografía, es el capitán TEODORO PALACIOS CUETO, falangista divisionario. El de la derecha, MELCHOR RODRIGUEZ GARCÍA, anarquista, también conocido como “El Angel Rojo”. Hombres en banderas contrarias durante la guerra civil, pero poseedores de esa clase de inteligencia que trasciende cualquier ideología, la que consigue armonizar el sístole y diástole del corazón humano en un único movimiento vital, que impulsa a mantener la cordura en tiempos de extrema barbarie. MELCHOR RODRIGUEZ, se dedicó a salvar vidas, aún a riesgo de perder la propia, durante la contienda civil entre españoles. Él fue quien detuvo las sacas de Paracuellos, aunque no lo tuvo nada fácil. Por su parte, TEDORO PALACIOS, esta considerado un héroe de guerra de la división azul, no obstante pienso que sus mejores hazañas las llevó a cabo durante los once años de cautiverio que sufriría en distintos campos de prisioneros de guerra y políticos, en la Rusia comunista. El capitán, fue un quebradero de cabeza para los responsables del Gulag. Reclamó tenaz e incansablemente, y también le iba la vida en ello, lo que no existía en aquellos campos de prisioneros, un trato digno y justo. Por descontado, que su lucha por la humanidad no excluía a los militares republicanos que intentaron sin éxito procurarse otro país de exilio, ni a los militantes comunistas desencantados y disidentes de la arcadia feliz stalinista; Y que junto a los falangistas, todos ellos se convirtieron en “Embajadores en el Infierno”.
En las aulas españolas, se tendría que impartir una asignatura, que no se muy bien como denominarla, pero que sin duda contase quienes fueron MELCHOR RODRIGUEZ Y TEODORO PALACIOS, entre tantos otros, y así mismo, explicara que la reconciliación en ningún momento la hicieron los políticos durante la canonizada transición. Ya estaba hecha casi desde el mismo instante en que empieza la guerra, y fue gracias a personas de la temperatura moral de MELCHOR Y TEODORO, sin olvidar al pueblo anónimo, el de verdad, no esa entelequia  que tan a menudo gustan de utilizar nuestros representantes públicos actuales.

Las leyendas nos construyen como pueblo, como “unidad de destino”, pero sólo cuando los mitos se hacen humanos, y hacen honor a tal condición, una sociedad mira en la dirección adecuada. MELCHOR RODRIGUEZ Y TEODORO PALACIOS, con semejante material de verdaderos hombres, ¡Que gran película se ha perdido Hollywood! Pobre de aquel pueblo que asume relatos para “niños de teta”, en los cuales Otegi es un hombre de paz, y Pablo Iglesias un demócrata, y a su vez, condena al ostracismo tanto a MELCHOR RODRIGUEZ como al capitán TEODORO PALACIOS. ¡Que DIOS nos coja confesados!

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